LOS TEMPLARIOS Y FUENTE-TÓJAR (CÓRDOBA), ENTRE EL CUENTO Y LA REALIDAD (*)

 

(Fernando Leiva Briones, Cronista Oficial de Fuente-Tójar)

 

 

DEDICATORIA: A la memoria de Carmen y Fernando, mis abuelos paternos, que de manera sutil supieron despertar en mí el interés por la Leyenda y por el Pasado de mi pueblo.

 

A MODO DE INTRODUCCIÓN

 

            No es la primera vez que echo mano a mi acompañadora alforja para nutrirme de las viandas depositadas en ella por mis antecesores (1), y al mordisquear y degustar aquel alimento se me hacen presentes los instantes que estuve con ellos. Son imborrables las ocasiones que pasé con mi abuelo en el campo oyéndole hablar de los pájaros, de los grillos, de los moros, de las guerras, de los juegos... Tampoco olvidaré que en los últimos instantes de su vida, murió a sus 65 años, me dedicó sus últimas palabras inconexas preguntándole a mi madre por mi salud, ya que me encontraba enfermo. Él me enseñó a buscar nidos; a distinguir los pájaros, primero por su canto y después por su tamaño y plumaje; a cavar olivos; a tratar con los animales; a respetar a la gente; a valorar las cosas; a.... Él me daba chaulos (gruesas monedas ibéricas y romanas) y muñequitos de barro (terracotas) con los que yo jugaba o los canjeaba por bolas, trompos, palodú... Mi abuelo (mi papa Fernando) tenía mucho genio, pero era noble. Era barrigoncete y de apariencia adusta. Una enorme calva curtida por el sol adornaba su cabeza, sin embargo esto no era óbice a que todas las semanas saliese de su casa para ir a la barbería a que le rapasen el poco pelo plateado que, a modo de aureola, conservaba. De vuelta se detenía en el bar La Alegría, propiedad de Teodoro, un primo hermano suyo, y se tomaba una copa de vino; pero, que yo recuerde, ni fumaba ni bebía otros licores. Era muy dado a tomar “té moruno”, que él mismo se las agenciaba buscándolo entre las piedras de los montículos de La Canteruela y del Calvario. También era amante del copioso comer, sobre todo por la noche, y eso fue su perdición. En invierno vestía con una pelliza de color ceniza, chaqueta, chaleco, pantalones de pana y gorra. Calzaba botas de piel de becerro. En verano, cuando iba al campo, se cubría la cabeza con un pañuelo vaído con cuatro nudos en las puntas y una gorra de visera o un sombrero de paja. Debió querer mucho a mi abuela, a la que llamaba “kíya” (chiquilla). Ésta (mi mama Carmen) era menuda, bajita, rubia, de ojos azules y estaba medio cegata. Era muy dulce, cantaba muy bien y cocinaba mejor: ¡ay, qué café aquél de pucherillo!; ¡ay, que potaje!; ¡ay, que olla!:, ¡ay, que sopas de tomate con higos!, ¡ay, que migas aquéllas!... Siempre la conocí con gafas cuyos cristales parecían culos de vaso. Llevaba delantal y pañuelo cubriéndole la cabeza. Formaban una ideal pareja mis abuelos.

Si de mi abuelo paterno, al materno no le conocí, heredé el gusto por la historia, la seguridad en mí y el respeto a los seres reales y de razón, a mama Carmen (2) le debo la espontaneidad, el amor a la música y a la fantasía y el repudio a los desenfrenos carnales y a los narcóticos (amapolas reales y beleño, que es lo que por aquel entonces se conocía en el pueblo, poniéndome ejemplos de casos concretos con resultados perniciosos). Confiaba mucho en mí, pero... alguna vez que otra le hice alguna pifia. Recuerdo especialmente los cuentos que me relataba cuando me sentaba apoyando mi cabeza en su regazo junto a la lumbre los días de frío, o cuando salíamos al campo, o cuando las tardes-noches de verano en el huerto de su casa contemplábamos la Luna llena: “Que si la figura que aparece en la Luna es la de un leñador encantado que... Que durante la Inquisisión (3) los padres que tenían hijas guapas las emparedaban para que no abusaran de ellas los curas ni los ricos... Que dicen que hace tiempo existía en el pueblo un misterioso grupo de gente y que si algún miembro lo abandonaba o “si se iba de la lengua” los otros lo mataban en El Huerto Francés (4)... Que en el pueblo había unos pocos bandoleros... Que las noches previas a la Guerra Civil hubo un corrimiento de estrellas y que el cielo de la Campiña parecía cubierto de sangre... Que... Que... Y el cuento del Barranco de la Bruja”, que exponemos a continuación.

            El Barranco de La Bruja (lám. 1) está situado al Norte del término de Fuente-Tójar, a unos cuatro km. del municipio. Es un terreno margoyesoso (5) hallándose en medio de los parajes de La Dehesa, a un lado, y Las Suertes del Rey y los llanos del Piojo, al otro. En superficie abundan los cristales de cuarzo y, además, en La Dehesa, afloran grandes “bolas” de gabro o basalto. El Barranco, muy profundo, finaliza en un meandro del río Caicena o de Todos Aires. Sus laderas se hallan cubiertas por una vegetación raquítica formada por alcaparras, espartales, tomillos, retamas, ajonjeras y algún que otro majoleto y chaparro, y en su fondo abundan los cañaverales, los juncos y los tarajes que dan cobijo a un sin fin de pájaros y en donde pululan conejos, comadrejas, zorros y ranas. En los terrenos más elevados circundantes se dejan ver, de trecho en trecho, las mandrágoras. El Barranco en sí comienza en el vértice de una V cuyos lados son otros dos barrancos más pequeños formados por el discurrir de sendos arroyuelos nacidos uno, en Malacara, y el otro, en Los Alamillos (6). Ambos se encuentran separados por una elevación amesetada triangular. El lugar donde coinciden ambos cañones se le conoce como la Nariz del Barranco de la Bruja o simplemente la Nariz de la Bruja, llamado así por el peculiar aspecto del promontorio, a su pie existen unas covachas. Y es precisamente en la Nariz donde, según “el cuento” narrado por mi mama Carmen, ocurrió lo que sigue:

            Hubo una vez en Fuente-Tójar una pareja de novios nacidos en el seno de dos familias muy linajudas, pero como Tójar es un pueblo chico, los chavales se conocían desde niños. Sus primeros galanteos comenzaron en la pubertad. A partir de entonces sus relaciones amorosas fueron muy entrañables; sin embargo, llegó un momento en que el joven se percató de que las noches de plenilunio de los últimos meses su amante no acudía a la cita cotidiana. Corría el otoño. El infeliz mancebo fue comentando el evento con sus parientes más próximos y amigos íntimos. Estos últimos, que conocían a fondo la recíproca pasión que sentían los donceles, se hicieron cruces (7) de ello... No daban fe a lo que oían, pero trenzando los cabos sueltos cayeron en el porqué y le contaron, de no muy buena gana al muchacho, que en verano, mientras pernoctaban a prao (8) en sus fincas de Los Limares y de Los Alamillos guardando las caballerías, las viñas, los melonares y las higueras, en más de una ocasión creyeron ver las siluetas de nueve mujeres desnudas surcando sigilosamente los cielos en dirección al Barranco, y que mientras velaban, merced al silencio nocturno, escuchaban una tremenda algarabía de raros cantos femeninos y que entre los gritos, provenientes posiblemente de La Nariz del Barranco, atisbaban una voz semejante a la de su novia, si bien no le habían dado la menor importancia por creerlo fantasía. A raíz de aquello el muchacho extremó la vigilancia hacia su prometida, sin embargo no le hizo comentario alguno; es más, cuando le preguntaba que qué había hecho la noche anterior o dónde se encontraba en la hora convenida de la cita, la chica siempre contestaba lo mismo: “Tú eres quien no acude al encuentro, yo estoy asomada a la reja de mi cuarto esperándote, después, al ver que no llegas, me voy a la parte trasera del jardín donde me esperan unas amigas y nos entretenemos jugando a las cartas y a las adivinanzas; entretanto libamos unos licores agridulces que fabrican y llegamos al éxtasis. Después se marchan y yo debo acostarme, porque cuando de madrugada vuelvo en mí estoy en la cama, eso sí, algo cansada y con dolor de cabeza, como si me hubiese emborrachado”. Esta respuesta perturbó tanto al joven que creyó enloquecer, lo que le llevó a consultar a personas de conducta recta y a los santones (9) de la zona. Unos y otros, tras estudiar la cuestión, le explicaron que el suceso tenía todas las trazas de ser obra del diablo y que su novia podría estar embrujada. El chaval les pidió consejo. Ellos le recomendaron que la noche de la próxima Luna llena se personara de incógnito en El Barranco donde, tal vez, la encontraría; pero que para no despertar sospecha debería salir del pueblo deprisa, en sigilo y vistiendo su mejor indumentaria en el preciso instante en que los primeros destellos del satélite se vislumbraran por el monte del Tesorillo. Tomando buena nota de ello así lo hizo, y galopando en su caballo blanco y cubriéndose con su capa blanca con una cruz roja bordada se presentó en La Nariz en pleno aquelarre hallando a la joven tendida en el suelo, en cueros, tiritando, fuera de sí y rodeada de brujas. Éstas, armando un espeluznante estrépito y maldiciendo al imprevisto testigo recién llegado, levantaron el vuelo dando alaridos, conjurando en los cuatro vientos y dispersándose por Los Barrancos, Los Tajos y El Piojo; mientras tanto, el mozo acercándose a su novia la besó y la cubrió con su capa, y arrodillándose exorcizó el lugar con sus rezos. Tras ello, la joven iba volviendo poco a poco a la realidad deshaciéndose su hechizo. De regreso al pueblo la zagala le contó que desde hacía varios meses, las noches de Luna llena, tenía compañas (10) con unas extrañas mujeres que se habían presentado por sorpresa en su casa aprovechando que no estaban sus padres, que aquellas mujeres eran muy afables y tenían unas interesantes conversaciones relacionadas con otros mundos y que le daban de beber unos cocitorios (11) que hacían machacando yerbas campestres y que a partir de entonces no recordaba bien qué es lo que ocurría, pero que entre sueños entreveía que volaba después de untarse en los sobacos huesos triturados de muertos que por lo que tenía entendido buscaban por Villarta y por La Ratonera. ¿Y qué pasó?, pregunté a mi abuela. Pues que una vez restablecida se casaron tiempo después y que fueron felices con los muchos hijos que Dios les dio, me respondió. ¡Ah!, se me olvidaba, también me dijo que desde entonces a aquel barranco le llaman “El Barranco de la Bruja”.

Estos decires que mi abuela me contaba de niño revoloteaban en mi cabeza y, sin saber cómo, yo los relacionaba en cada momento con aquello que escuchaba de los lugareños acerca de la vieja historia del pueblo, lo que me permitió discernir entre lo fantástico (brujas que volaban, hechizo, caballero con capa blanca) y lo real del teatro de las acciones del “cuento” (La Ratonera, Villarta, El Tesorillo...), máxime cuando, al pasar los años, conocí lo que iba apareciendo en Villarta (12) y en La Ratonera (13) y me adentraba en un periodo muy peculiar, no exento de cábalas y realidades, de la historia de Fuente-Tójar (14): La segunda mitad de la Plena Edad Media y los últimos años del Medievo, una etapa marcada por los avatares acaecidos en el lugar debido a su situación geográfica y encrucijada de caminos, en ocasiones como zona de nadie y otras, la mayoría, como frontera entre el reino castellano-leonés-cristiano, al Norte, y el nazarí-musulmán, al Mediodía, cuyas repercusiones, más lo que quedara en el substrato, en mayor o menor medida y con mayor o menor exactitud, han llegado al tiempo presente, manifestándose en el habla, gastronomía, costumbres, supersticiones, folclore... y en la cultura material que, aunque correspondiente a diferentes épocas, tiene un mismo trasfondo: una mentalidad político-religiosa.

 

MATERIALES

           

Los materiales que presentamos los hemos clasificado unos, en fijos (grabados sobre muro), que permanecen in situ en el cerro de Las Cabezas, y otros en mobles (transportables o móviles), hallados en diferentes puntos (pueblo y término) y que se reparten entre la vitrina nº 19 de la Sala III del Museo Histórico Municipal y en el Libro Ymbentario de los bienes de Nª. Srª. De el RoSsario de la hermíta deel Partido de Fuente Tóxar, Libro que se encuentra en la Iglesia Parroquial y que creíamos desaparecido (15). 

Pensamos que no es este el momento más idóneo para hacer un estudio detallado de esos lugares, puesto que nos ocuparía todo el espacio que disponemos en esta publicación; sin embargo, no estaría de más recordar que Las Cabezas, con sus 756 m de altitud, es el mayor punto estratégico de control del territorio, puesto de manifiesto en épocas pre, proto e históricas: En tiempos de Roma llegó a adquirir la categoría de municipium y durante la Guerra Civil (1936-39) los bandos contendientes se disputaron en más de una ocasión el dominio del cerro. En cuanto al pueblo, añadir que se halla en medio de dos asentamientos prehistóricos (La Mesa y El Calvario), que en su interior se han documentado materiales que abarcan desde la Metalurgia hasta los tiempos actuales y que en el s. XII, en el camino que unía Córdoba y Almería por Granada, existía en la qarya Tushar al-Ayn (aldea de Fuente-Tójar) un parador (16).

 

GRABADOS SOBRE MURO

 

            Sobre un paramento tallado perpendicularmente en la roca existen dos signos grabados con líneas continuas y profundas (17). El lugar, oculto por vegetación herbácea y algún que otro almendro y cornicabra, se localiza al noroeste del antiguo enclave del despoblado de Las Cabezas. Los signos, difíciles de visualizar, se hallan frente a la salida del Sol. Cuando mejor se observan es al llegarles la luz solar proyectada oblicuamente (lám 2).

            En primer término nos topamos con una cruz latina, immissa (lám. 3).  El eje vertical mide 22 cm y 18 cm el travesaño (patibulum), que se sitúa a 5 cm del ápice superior del primero. La profundidad de la hendidura, por término medio, es de un centímetro. A la derecha, a 37, se encuentra otro signo esquemático compuesto por un eje vertical de 16 cm y otro transversal de15 cm. Si no existiesen más incisiones en la figura diríamos que es otra cruz, pero al estar unidos los extremos del travesaño con una línea curva a modo de semicircunferencia con una sagita de 6 cm nos hace sustentar la teoría de que se trata de una copa o cáliz (lám. 4).

 

MATERIALES MOBLES

 

A.- Cruz de Caravaca. Inédita. Número inventario: 881-CJ. Fue hallada por el autor de este trabajo en el paraje denominado Cañajaro (Cañada de Jaro) a comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo. Se trata de un pequeño crucifijo metálico dorado de sección plana. Está fabricado de una sola pieza. En lo que se conserva se aprecian cuatro brazos paralelos y desiguales (menor el superior que el inferior) cuyos extremos, más anchos, adquieren forma de cáliz con la boca al exterior. El tramo vertical se halla incompleto faltándole el trozo del calvario, en donde, probablemente, estarían dos ángeles alados. Medidas: stipes o palo vertical, 185 mm; travesaño o patibulum superior, 11 mm; patibulum inferior, situado a 3 mm del anterior, 15 mm; grosor, 3 mm. La cabecera de la cruz remata de manera semejante a los extremos de los brazos cerrándose en un círculo perforado, ansa, por donde pasaría un anillo o directamente un hilo para colgar. En la cara anterior se encuentra en relieve Cristo crucificado con la cabeza y extremidades inferiores doblados ligeramente hacia la derecha del espectador y los brazos adheridos a la faja superior (lám.5, a). En el reverso (lám 6, a), sobre un vislumbrado creciente lunar, se percibe en actitud orante la figura de la Virgen a la misma altura que su Hijo (María fue declarada como Madre de Dios en el Concilio de Éfeso en el 431). A consecuencia del desgaste producido por su uso y por la erosión, el estado de conservación de la pieza es regular. Debió medir 25´5 mm.

 

B.- Cruz dorada, pometeada y vacía (lám. 5, b y 6, b). Inédita. Número de inventario: 1044-Ve. Fue encontrada, al igual que las tres siguientes, por don Francisco Ruiz González y sus hijos don José Antonio y don Rafael Ruiz Matas en el arroyo de Las Veguetas, adonde llegarían arrastradas a consecuencia de unas fuertes lluvias caídas en los años 1982 y 83. Posee cuatro brazos cilíndricos de 2´3 mm de grosor en cuya intersección aparece hendida una pequeña cruz en forma de aspa. El tramo vertical está incompleto en su parte baja. Lo que ha llegado hasta nosotros mide 28 mm de largo incluyendo el asa, que aparece perforada en el extremo en sentido de delante atrás. El travesaño se halla íntegro y cuenta, de punta a punta, con 37 mm. Debido a estas características se puede considerar como una crux immissa más que quadrata (griega), al no poseer igual dimensión en el stipes que en cada uno de los brazos laterales. Cerca de cada uno de los esféricos extremos, como también ocurre en el palo vertical debajo del aro, aparece una doble moldura. Estado de conservación, regular.

 

C.- Cruz de metal dorado de sección rectangular. Se fabricó a molde en una sola pieza. Inédita. Número inventario: 1.045-Ve (vid. supra). En lo que se conserva (lám.5, c y lám. 6 c), se halla la imagen orante de la Virgen en el stipes con adornos de líneas incisas en forma de espiga junto a los parietales en el patibulum, travesaño de 23 mm cuyos extremos rematan en sendas figuras crateriformes con perforación cuadrilobulada, lo que permitiría contemplar el “lignum crucis  o que estarían rellenas de pasta vítrea. La imagen sacra es, con su situación precisamente, la que nos hace suponer primero, que se trata de un fragmento de la cara posterior del teca-estuche de una cruz de Caravaca y, segundo, que imagen y spicae se encuentran en la faja superior adornándola. Falta totalmente el travesaño inferior, la cabecera con su decoración crateriforme y la parte del segmento inferior del tramo vertical a los pies de la Virgen, tramo que cuenta con 5 mm de ancho, 3´2 mm de grosor y sólo 16 mm de largo. Mide 23 mm. En cuanto a la cruz, en su totalidad, debió tener 55´8 mm de larga y 32´8 mm el travesaño inferior.

 

Ch.- Crucifijo metálico del tipo latino compuesto por dos piezas: Cruz y Cristo. La primera se encuentra repujada por martilleo en una chapa de latón en la que, en una cartela ovalada inscrita en una aureola radiada, está presente el titulus, o proclamación, con las siglas INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorm). La chapa se recortó silueteando las mencionadas figuras y sobre ella se soldó la dorada imagen realista y proporcionada de Cristo: músculos tensos debido al sufrimiento, abdomen hundido, ombligo y costillas perfectamente diferenciadas, pecho hinchado como si se tratara de la última inspiración, extremidades inferiores en paralelo ligeramente flexionadas por las rodillas y pies separados, brazos en “V” pegados al travesaño con las manos semicerradas con las palmas agujereadas, melena larga, facciones (ojos, nariz y boca) completas, cabeza inclinada a su derecha y paño de pureza (subligaculum) anudado en el mismo lado (lám. 5, ch). La parte trasera presenta en negativo las acanaladuras correspondientes de los palos de la cruz, de la cartela y del halo (lám. 6, ch). Número inventario: 1.046-Ve (vid supra). Inédito. Medidas: 42 mm de alto (falta la argolla para la cadena y, posiblemente, un trozo en la parte inferior); 26´3 mm de patibulum; 5 mm de ancho; la cartela ovalada mide 8 mm de larga por 4 de ancha; la aureola 18 mm de larga por otros tantos de ancha y 30 mm de altura del Cristo. Conservación buena.

 

D- Crucifijo dorado de una sola pieza hecha a molde con asa para colgar. Inédito. En la cara anterior (lám. 5, d) aparece sobre el madero en relieve una cartela romboidal sin que se aprecie la proclamación, bajo ella se dispone la imagen simbólica aún viva de Cristo imberbe, cabeza erguida y posiblemente desnudo, con las extremidades superiores formando ángulo recto pegadas al travesaño y el resto del cuerpo al tramo vertical. Las palmas de las manos se presentan abiertas y las piernas y pies en paralelo. Bajo éstos resalta la calavera coronando las tibias cruzadas. En la cara posterior (lám. 6, d) se barrunta la imagen orante de la virgen con la cabeza adornada con una aureola radiada a cuyos lados, en los travesaños, parecen hallarse dos figuras antropomorfas. El crucifijo acaba en una plataforma paralelepípeda con el dado rehundido. Número inventario: 1.047-Ve (vid supra). Medidas: 47´8 mm incluyendo peana y asa, 37 mm en el tramo vertical, 26 mm de travesaño, ancho de la cruz 6 mm y grosor 2 mm. Conservación regular.

 

E.- Fragmento de la hoja anterior de una cruz de Caravaca dorada hecha a molde. Inédita. Número inventario: 1.698-C. Fue hallada por don Antonio Jurado Leiva en Las Cabezas en 1996. Faltan los travesaños y parte del stipes de la cara anterior (lám. 5, e) y la tapa posterior completa (lám. 6, e) del teca-estuche. En lo que se conserva se aprecia a la Virgen en actitud orante teniendo a sus pies el Creciente Lunar y algo distante de su cabeza aparece una pequeña oquedad que, posiblemente en su día, estaría rellena con pasta vítrea o cualquier metal distinto al que está hecha la Cruz. A ambos lados, y de mayor tamaño que nuestra Señora, se hallan adosados flotando “los dos ángeles alados porteadores de la Vera Cruz desde Jerusalén hasta Caravaca en 1232”. Éstos, que parecen sostener una palma, se exhiben desnudos, si bien sin apreciación del sexo aunque con el resto de sus rasgos bien marcados por delante y por detrás. La Cruz se encuentra rebajada en la parte posterior, hueco que estaría relleno de algún tipo de pasta o adosado a una cruz de madera como se deduce por un orificio existente en el pie. Se remata con un calvario a manera de copa invertida en cuyo centro se encuentra la calavera y las dos tibias en aspa. Medidas: 48 mm de alta, 10 mm de ancha y 4 mm de grosor. Medida de un ángel completo: 32 mm de alto (desde la cabeza hasta los pies) y 19 mm contado cuerpo (7 mm) y alas extendidas. Lo que nos ha llegado de la pieza está bien conservado. Si como es normal que desde la cabeza de la Virgen hasta el pie de la cruz hay una tercera parte (4 cm), en su totalidad mediría 12 cm de alta y 4´94 cm y 7´05 cm en los travesaños, superior e inferior, respectivamente.

 

F.- Cruz en el Libro Inventario (lám. 7).- Se trata de una cruz que tiene como características el estar impresa en tinta sepia, posiblemente por degradación del color original; los brazos poseen prácticamente la misma longitud, siendo el transversal 2 mm más largo; ambos travesaños se hallan ensanchados en los extremos difiriendo en la superficie de cierre por lo que si atendemos al brazo de arriba y al de la derecha vemos la figura de una cruz paté, pero si lo hacemos mirando a los brazos de la izquierda y al de abajo se nos muestra una cruz de Malta. Fue dibujada entre 1787 y comienzos de 1790 en el mencionado Libro con motivo de una memoria-balance que se hizo siendo cura don Miguel González y Aguayo (18).

G.- Botella de cerámica vidriada (lám. 8 y 9). Inédita. Nº inventario: 1519-CU. Antonio Cañete Povedano la encontró a comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado en la “Cueva del Mellizo”, paraje situado en la ladera N de Las Cabezas junto a la muralla del despoblado. La botella, fabricada a torno, presenta aproximadamente un tercio de la superficie superior con vedrío de óxido de manganeso proporcionando un color marrón oscuro, ornato que también se reparte, a manchas, en el resto de la vasija. Su asa de cinta se dispone desde la mitad del gollete hasta el inicio del abombado  hombro(carena). La boca es exvasada y el pico vertedor de pellizco forma ángulo recto con el asa. La base, en S, es plana, de galleta.

 

 

CRONOLOGÍA DEL MATERIAL

 

Las cruces que estudiamos, y en especial las de Caravaca, debido a que su uso fue prolongado en el tiempo, es impreciso determinar sus cronologías creyéndolas, como probables, alrededor de la segunda mitad del s. XVIII, fechas que podrían coincidir con la cruz impresa en el Libro Inventario, uno o dos años después de 1787. Por lo que respecta a los signos sobre piedra tampoco podemos asignarles una fecha fiel de cuando se ejecutaron, puesto que cruces, copas y otros grabados ya los estampó el hombre desde tiempos bastantes lejanos en lugares más o menos visibles con fines esotéricos, unas veces, y sociológicos y propagandísticos otras, por lo que en cualquier momento de la Historia de la Humanidad pudieron haber sido cincelados, máxime teniendo en cuenta que el lugar donde se hallan estuvo poblado prácticamente sin interrupción desde como mínimo la Metalurgia hasta el siglo V d.C. y que en tiempos de incertidumbre sirvió de puesto de vigilancia y control del territorio circundante y vías de comunicación: Reconquista, Guerra de la Independencia (19) y Guerra Civil Española (1936-39) y, por lo tanto, cualquier persona que habitase el lugar durante más o menos tiempo pudo haberlos grabado, a sabiendas de ello, por la asociación de los símbolos (cruz y copa), pensamos en su origen medieval, infra.

Referente a la vasija, o cantarilla, de momento no hemos hallado paralelo exacto o aproximado con este tipo de botella, aparte que desconocemos si apareció sola o asociada a algún tipo de material o si formaba parte de algún ajuar funerario, poco probable en este último caso, ya que el tipo de vidriado no parece estar muy de acuerdo con el propio musulmán de la época en que Fuente-Tójar fue conquistada por los cristianos y, por otra parte, sabemos que ni a mahometanos ni a los caballeros templarios se les depositaba ajuar funerario en la tumba, por lo que pensamos que se trata de un cacharro doméstico que algún pastor, agricultor o “vigilante de la vía Córdoba-Granada” dejase en la covacha abandonado por olvido o expresamente. En cuanto a su datación tampoco podemos darla exactamente, ya que puede ser de fines del s. XIII o de tiempos inmediatamente posteriores no rebasando el XVI.

 

ICONOGRAFÍA

 

La cruz, ya sea grabada o pintada, aparece en la Prehistoria como un símbolo mágico o sagrado. Una de las primeras cruces es la gamada que viene a representar los movimientos de la tierra y el sol. Para los celtas la cruz significa el suplicio; para los mesopotamios era sinónimo de infortunio; en Egipto simboliza la inmortalidad del alma; entre los asirios, hebreos y romanos era signo de infamia, ya que en ella se colgaban a los malhechores, esclavos y no ciudadanos por sus fechorías, quienes, para mayor escarnio se les obligaba a cargar con el patibulum hasta el lugar de la ejecución; Pitágoras ve en ella la perfección, el equilibrio de la creación, los cuatro puntos cardinales, la ida y la vuelta, el principio y el fin relacionándola con Eros y Tánatos; para el cristiano significó al principio un signo infamante y sólo a partir del Concilio de Milán es cuando se generaliza su uso viniendo a significar el encuentro de lo humano y lo divino, es señal de triunfo “Regnavit a Ligno Deus” (Dios reina desde la Cruz); es el Árbol de la Vida, el Árbol Mayo pagano adaptado por el cristianismo a su ceremonial.

La imagen de Cristo crucificado no aparece hasta pasado el tiempo de las persecuciones por creer los cristianos que esta representación es un ultraje hacia Jesús, dándose e caso que el Concilio de Elvira (Concilium Eliberitanum) 305, prohibe la representación de Cristo crucificado. La primera vez que aparece Cristo en la Cruz es, si bien de forma burlesca, en un grafito del siglo III hallado en la escuela de los pajes paedegogium en las ruinas de los palacios de los césares romanos representando a un hombre con la cabeza de asno crucificado y a uno de sus lados otro hombre adorándole con la inscripción “Alexámenos (nombre del cristiano) adora a su dios”. Dos siglos después se van generalizando estas figuras, pero es en el s. VI cuando se hacen más populares, junto al Agnus Dei, ya que se consideran como señales victoriosas de Cristo. Los cristianos ortodoxos presentan a Jesús con túnica o colobium. En el románico (XII-XIII), los crucifijos se hacen en metal con el perizoma hasta las rodillas y en las tallas Jesús se cubre con corona, su cuerpo desnudo con sudario y clavado con cuatro clavos (uno en cada mano y uno en cada pie), costumbre que desaparece a partir del gótico, que sólo aparecen tres clavos aunque se vuelve a ello en el Barroco; durante el Renacimiento se construyeron muchas cruces ornadas. Entre las cruces relicarios destaca la de Caravaca, que dicen del s. XIII, pero por los adornos es posterior (20). Según la tradición, fue llevada por dos ángeles a ese pueblo en 1232 durante la misa de Chirinos encargándose de su vigilancia, en primer lugar, los templarios y, tras la supresión de la Orden, los santiaguistas. La primera que se adoró era una reliquia de madera (lignum crucis) alojada en una caja dorada. La que existe hoy ha sufrido varias transformaciones desde que a comienzos del s. XVIII la regalara a la ciudad el duque de Montalbo. Este relicario se hallaba abierto en las superficies de los extremos de los brazos, lo que permitía que se viese su interior. A partir de 1777, gracias al duque de Alba, presenta la forma que posee actualmente, ya que entre otras modificaciones se le añadieron las formas anforiformes que presentan los extremos de los brazos. La Cruz es de doble brazo (de 7 y 10 cm) y uno vertical de 17 cm. Existe una gran variedad de cruces de Caravaca, tanto por su tamaño como por su ornato. Las hay diminutas y otras que exceden las medidas establecidas en su canon. En cuanto a su ornamentación depende en gran medida del tamaño de la cruz; es fácil encontrarnos con cruces con representaciones de cristos y vírgenes en las dos caras, con un cristo en una cara y una virgen en la otra, con o sin ángeles, calaveras, crecientes, etc., pero siempre, al menos las que presentamos, tienen adornos en ambas superficies existiendo, por tanto, un horror vacui.

            Los crecientes lunares, o medias lunas, tanto si se presentan con las puntas hacia arriba como a la inversa, aparecen en numerosos cuadros. Baste citar a pintores como Zurbarán y Murillo. Para Murcia, Los crecientes son atributos de las divinidades femeninas, sobre todo de las vírgenes, p. e., de Artemisa y de la Virgen María, y se refieren a los embarazos y alumbramientos (21); Hall dice que son  los atributos de la virgen Diana y de la diosa Luna, adoradas en época romana como una sola y misma cosa y que simbolizan la castidad, Pulchra ut luna, electa ut sol, es decir, hermosa como la luna y limpia como el sol (22) y Morena, basándose en el Apocalipsis (San Juan, 12, 1) manifiesta que “Apareció en el Cielo una señal grande, una Mujer envuelta en el sol, con una luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”, cuyo significado es: Las doce estrellas han sido relacionadas con las tribus de Israel y con los doce apóstoles; el sol, con Jesucristo; y la luna con San Juan Bautista, que mengua ante la presencia del sol.(23).

Los ángeles son los mensajeros de los dioses. Para Hall, los ángeles que aparecen en el arte cristiano son mensajeros, músicos y guardianes, no siempre tienen alas y su apariencia es femenina y son jóvenes adolescentes vestidos con trajes sueltos. En la pintura renacentista suelen llevar aureola y en el Barroco son ser niños alados sin ninguna diferencia con Cupido: Son los putti, los amorcillos, los erotes griegos, los efebos romanos que se mezclaron con los genni. (24).

Las calaveras no aparecen representadas hasta el s. IX. A partir de esos tiempos están presentes en las obras de numerosos artistas, baste recordar a Andrea Mantegna (Crucifixión), Domenico Fett (La Melancolía), Jacobello Alberegno (Políptico del Apocalipsis, s. XIV), Roger van der Weyden (calavera como el drama de la muerte), Antoine Wiert (La Bella Rosina, Romanticismo, se mira a un esqueleto como si fuese un espejo), Antonello da Messina (Calvario con la Virgen y San Juan, en donde aparecen calaveras al pie de la Cruz), en el Maestro de Basilea, en El Greco... La Calavera simboliza la muerte. Se la compara con la bóveda celeste, significa la fugacidad de la vida, es el recipiente material del espíritu y se empleó a menudo por los alquimistas en los procesos de transformación de la materia. El cráneo o calavera que aparece bajo la Cruz (en algunas ocasiones, con la costilla de la que surgió Eva o con el esqueleto completo) es el cráneo de Adán, ya que, según la leyenda, en el monte Gólgota o Calvario es el lugar en donde está enterrado Adán, referencia simbólica de Cristo como el nuevo Adán. (25). A partir del Concilio de Trento tiene un especial interés la calavera: el mirarla pensando en el Más Allá era un ejercicio muy recomendado por los jesuitas, tanto es así que a muchas figuras del Antiguo y del Nuevo Testamento se las observa en esta postura. Cuando un anciano contempla una calavera es sinónimo de su ancianidad. En los retratos, el hecho de que la mano de un hombre esté apoyada en una calavera es señal de su piedad. Una corona de laurel sobre la calavera implica que su virtud y renombre le sobrevivirá. Es el atributo de la melancolía, uno de los cuatro temperamentos. Cuando aparece con salpicaduras de sangre del Salvador simboliza la purificación de Adán y es una característica de la Contrarreforma (26).

 

 

CONSIDERACIONES

             

            Cuando la aldea de la Fuente de Tójar, o la qarya Tushar al-Ayn, es conquistada por las huestes de Fernando III y la dona a la Orden de Calatrava en 1245 habían ya transcurrido 127 años desde la creación de la Orden del Temple (la de los Pobres Caballeros de Cristo), 87 de la de los calatravos, 75 de la de Santiago y faltaban 69 años para que el Gran Maestre de la Orden Templaria, Jacques de Molay, muriese en la hoguera en París (27).

El panorama histórico que ofrecería Fuente-Tójar, equidistante entre Alcaudete y Priego, sería semejante al de estas poblaciones: En 1225, según las crónicas al-Himyari y la Chronica de España, Fernando III conquista Priego destruyendo su ciudadela, como también hiciera con las poblaciones cercanas; Alcaudete cayó en 1244 procediéndose a la separación de ambos términos en 1258. En los dos casos participó el ejército fernandino compuesto por castellanos viejos con la colaboración de las órdenes militares, que se beneficiaron con el acopio de tierras y villas donadas por el monarca encargándoles su defensa frente al reino nazarí. Fue esta zona de frontera (sureste de Córdoba y suroeste de Jaén) un lugar de “nadie” y de “todos” caracterizado por las continuas razzias y enfrentamientos entre los vecinos rivales. En 1327, Priego y su periferia vuelven a poder musulmán hasta que en 1341 quedan incorporados definitivamente a territorio cristiano, al tiempo que se crea la Abadía de Alcalá la Real reinando Alfonso Onceno, Abadía a la que perteneció Fuente-Tójar hasta el 25 de abril de 1874 en que pasó a depender del Obispado de Córdoba. En 1346 se convierte en encomienda de la Orden de Calatrava transformándose el territorio en señorío jurisdiccional, a la vez que se instituye una concordia entre el obispo de Jaén y el maestre de la Orden, acuerdo mediante el cual “todos los diezmos que los vecinos debían pagar al obispado, tanto de aceite como de ganado, corderos, lana, queso y minucias, los recibiría desde ahora la Orden de Calatrava, así como las mandas testamentarias (28).

            De todas las órdenes militares que lucharon contra al-Ándalus, y por lo tanto en la conquista de Tushar,  ninguna ha despertado tanto interés como la de los templarios. Lo hermético del Temple, su rápido enriquecimiento, su arte simbólico, sus hipotéticos tesoros escondidos... nada de ello tendría valor si su proyección no hubiese llegado hasta nuestros días con el consiguiente morbo, a lo que contribuyó el Romanticismo con su pasión por lo medieval. Y es que en ese periodo, mientras hay individuos que conciben al templarismo como el puente entre la cultura cristiana primitiva y la de los “infieles” sometidos en su lucha contra la tiranía eclesiástica y feudal (y que con el paso del tiempo originará la Francmasonería) y ven al caballero-monje como el virtuoso héroe, altruista, noble y valiente que tuvo un final trágico, otra gente opina que el templario fue el personaje más siniestro de la Edad Media (29) y que el Temple fue la más anticristiana de las órdenes militares y la más adicta a la sodomía (30), a lo que habría que añadir otras dos posturas filosóficas con raíces comunes, una saintsimoniana, utópica y religiosa, y otra fascista (31), propugnada por una derecha anticlerical, que mantiene que los templarios, maestros del ocultismo, transmitieron a la aristocracia moderna sus conocimientos medievales encaminados a conseguir el poder supremo (32). Actitudes que nos han llegado bien como templarismo masónico o bien como ortodoxo, que persigue que la Iglesia reconozca la inocencia de los Templarios (33).

La Orden Militar Templaria vio la luz en Jerusalén en 1118 (34). Nació, como el resto de las órdenes, gracias a la profunda religiosidad de la época y al espíritu guerrero que elevaba como modelo de vida la del caballero y tuvo como objetivo la lucha contra el infiel allí donde existiese: Tierra Santa y Al-Andalus. Sus miembros, los monjes-soldados, se convirtieron de inmediato en el brazo armado de papas y monarcas pasando, como apunta Ayala Martínez, de ser unos malvados caballeros feudales, de unos equites diaboli, a ser unos equites Dei sirviendo a Jesucristo y a la sociedad (35). En poco tiempo acumularon grandes riquezas gracias a las donaciones y privilegios concedidos por reyes y papas, a las herencias provenientes de los devotos (donati) y a las actividades agrícolas, ganaderas, mineras y mercantiles (36). convirtiéndose en los verdaderos gerentes de su época y en “Los grandes constructores europeos de las catedrales góticas con la plata que consiguieron gracias a la alquimia y con la que importaron de América tres siglos antes de que la descubriera Colón” como señala, no sabemos si con mucho acierto, Louis Carpentier (37). Pero el status alcanzado por los Pobres Caballeros de Cristo fue su perdición y cualquier circunstancia adversa por la que pasaran sería aprovechada por unos monarcas recelosos para asestarles el zarpazo final y hacerse con sus bienes (38).

Junto a la leyenda, ya que poco hay escrito sobre sus conocimientos y tesoros ocultos, nos ha llegado un inmenso mundo material impregnado de un gran simbolismo en edificios, castillos y lugares ocultos: jeroglíficos de difícil interpretación, números (3, 4, 7, 8 y 12), cruces, lignum crucis, vírgenes negras y cabezas relicario. Las construcciones (fortalezas, granjas, hospederías y hospitales) las emplazaban en lugares estratégicos desde donde controlaban las vías de comunicación, las fronteras y los recursos económicos de la zona, construcciones que siempre atendían a “razones de estricta funcionalidad que pudieran servir a sus necesidades tanto materiales como espirituales” (39); mientras que los lugares ocultos los escogían por existir en ellos alguna huella precristiana, uno es San Juan de la Peña (Huesca), donde, según unos, el rey Ramiro I llevó el Santo Grial en el siglo XI confiándolo a los monjes; pero, según otras versiones, esta copa (el Santo Grial) de sardónice negro ya estaba allí cuando los musulmanes invadieron la Península en el s. VIII (hoy se encuentra en la catedral de Valencia), es decir, cuatro o siglos antes de que apareciese el cuento o la leyenda del Grial (Piedra Sagrada o Cáliz o Patena), poemas caballerescos (el de Percerval y el del rey Arturo, muy en boga en el Romanticismo) con reminiscencias paganas (celtas) y aportes de los evangelios apócrifos.

En la Península Ibérica, el Temple se estableció en el primer tercio del s. XII recibiendo tierras, plazas y castillos de manos de condes, reyes y emperadores. En 1307 Clemente V ordenó su encarcelamiento y dictó que sus bienes pasasen a la Orden de Rodas (la futura de Malta) y a los sanjuanistas, lo que se llevó a cabo en todas las monarquías cristianas excepto en las hispánicas, en donde siguieron manteniendo sus riquezas y las que no les fueron aprehendidas pasaron a las órdenes de Alcántara, a la de Santiago, a los concejos, a la nobleza y a las monjas de las Huelgas de Valladolid (de lo que “ la Orden del Temple havía en Córdova y Castro del Río”). Tampoco en España fueron apresados los templarios, todo lo contrario, continuaron en libertad y cuando se recabó su presencia para encausarles en las Comisiones Pontificias de Medina del Campo y de Salamanca (1310) el veredicto fue favorable, manifestando los comisionados que los del Temple eran “muy religiosos y de buena fama” (40).

Que los templarios eran un cuerpo bien disciplinado y con un gran espíritu de sacrificio no hay duda, pero también hay que admitir que cuando el resultado de una victoria les era un tanto dudoso optaban por retirarse, así les ocurrió cuando los almohades atacaron en 1157 Calatrava la Vieja (Ciudad Real) siete años más tarde de que Alfonso VII “el Emperador” les hubiese  encargado su custodia, por lo que el enclave le fue confiado a los cistercienses, monjes que fundaron la Orden de Calatrava (1158) y participaron junto a los reyes cristianos en las campañas andaluzas. Tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que también intervinieron templarios y santiaguistas, los calatravos recibieron tantas donaciones y alcanzaron tal poder que el real quedó relegado a un segundo puesto, sobre todo a raíz de la abolición del Temple actuando, en adelante, más de acuerdo con sus intereses terrenos que con los religiosos. La caída de Granada, último bastión musulmán en España, supuso que las órdenes militares dejaran de ser imprescindibles, en adelante no tenían razón de ser, puesto que los moros no constituían ya peligro alguno, y por lo que respecta a esta Orden, unido a que eran partidarios de La Beltraneja, dio pie a los Reyes Católicos para disolverla e incorporar sus pertenencias a la Corona.

La otra gran Orden hispana era la de los Caballeros de Santiago. Fundada en 1171 con los miembros de la Cofradía de los freires agustinos de Cáceres, los santiaguistas participaron activamente en las conquistas de Jaén, Córdoba y Sevilla en tiempos de Fernando III (fig. 1) y acumularon un enorme patrimonio a costa de los almohades, lo que les obligó a trasladar sus defensas al reino granadino (41). Fue la Orden con mayor poderío económico de Castilla y la más abierta de cuantas existían en la Península, por lo que más de un caballero de otras órdenes vino a ella, en donde “Los valores de la sociedad secular volcados en la guerra y simbolizados en el compromiso doméstico del matrimonio, se integran en una organización religiosa en la que la descarnada imagen del monje-soldado desaparece. El freire santiaguista puede casarse (y tener bienes), practicando, eso sí, una suerte de castidad conyugal que regulaba su actividad sexual en función de los ciclos litúrgicos y festividades religiosas”, ya que el celibato opcional sólo es obligatorio para los clérigos (42) y solamente “los freires que lo deseen pueden contraer matrimonio, para de este modo, tener hijos y combatir las tentaciones de la continencia” (43). El carácter semilaico de estos freires hizo que la Orden experimentara un proceso de aristocratización a cuya cabeza figuraban los caballeros de la alta nobleza, por lo que reyes y pretendientes consiguieron atraerlos a su bando nombrándoles Grandes Maestres, sobre todo a partir del s. XIV. Jugaron un importante papel en las luchas medievales entre los reyes cristianos, lo que también ocasionó su caída (44). En todos estos aconteceres, cinco fechas fueron cruciales en la Historia tojeña: 1225, año en que con toda probabilidad Tushar fue entregada o cedida por sus moradores a las mesnadas de Fernando III asistidas por templarios, calatravos y sanjuanistas, esto es suponiendo que no hubiera abandono total o parcial de sus habitantes que se refugiarían en el vecino reino nazarí o en África; 1245, año en que la zona es donada a la Orden de Calatrava; 1327, año en que es reconquistado el territorio por los musulmanes; 1341, año en que definitivamente quedará incorporada a la causa cristiana, y 1492, año de la finalización de la Reconquista por los Reyes Católicos. En medio de estas fechas tendríamos que resaltar las de 1240 y 1264: en 1240 se produce en la Rioja un enfrentamiento entre las tropas de Fernando III y las del señor de Haro, don Diego López, enfrentamiento, en el que éste, una vez rota toda relación de vasallaje con el monarca, fue derrotado en la villa de Briones dos años después y sus castillos derruidos y sus gentes dispersas; en 1264, reinando Alfonso X, se rebelan los mudéjares andaluces provocando su expulsión y la ulterior colonización del territorio con gentes del Norte y Centro de España. Viendo esto, creemos que sería en torno a estas fechas (1225 y 1264) cuando se repoblara Fuente-Tójar con oriundos de Burgos, Toledo (Toledano), Cañete de ¿?, Navarra, Aragón, Molina de ¿?, Medina de ¿?, Cuenca... y de los pueblos riojanos de Leiva, Ábalos o Ávalos, Barea o Varea y Briones, tal y como lo confirman los apellidos (gentilicios) llegados a nuestros días, repobladores (soldados de las mesnadas reales o señoriales o campesinos semilibres o vecinos de aquellas ciudades y villas) que una vez asentados en esta zona recibiendo lotes de tierra en calidades de donadío, poco probable, heredamiento o colonato.

            Las historias que me contaron mis antepasados las tuve cuando niño como fantásticas y fuera del contexto en que me desenvolvía por creerlas imposibles que hubiesen ocurrido en mi pueblo, ni siquiera que tuviesen la menor analogía con su pasado. Entendí que eran cuentos maravillosos que aprendieron de no sé quién ni de qué sitio y que los amalgamaron con lo que veían in situ o por tradición les había llegado. En definitiva: historias que adoptaron como propias del lugar por lo singulares que eran y que desearon que yo conociera, detalle que les agradezco. Las aquí presentadas no son las únicas que han despertado en mí la más entusiasta curiosidad comprobando a posteriori que en el trasunto había mucha verdad, como hemos apuntado en las notas 1 y 14; sin embargo, pretender sacar en este trabajo unas conclusiones categóricas sería más que osado por mi parte, máxime cuando se trata de un cuento y de elementos tangibles, entes todos, con los que es difícil establecer paralelos, o una corología aproximada, con relación al tiempo-espacio, así como al sujeto que los ejecutó y al mundo cultural en que se desenvolvía, tales son los casos de las inscripciones y la cantarita.

            En el “Cuento del Barranco de la Bruja” coexisten, como apuntábamos, la más pura fantasía (brujas), el personaje (¿caballero templario o calatravo o santiaguista?) legendario, que bien pudo ser real, y lo palpable, como son los puntos del término. De todo, lo que más me llamó la atención, y me sigue llamando, es la figura del doncel y su vestimenta. ¿Era templario? Si lo fue tenía que ser caballero o hijo legítimo de caballero, pero no un sargento, puesto que el Temple era muy estricto en el empleo de la vestimenta y a este último grado le estaba prohibido el uso de la capa blanca y la cruz roja. ¿Existió en Fuente-Tójar alguna cofradía o hermandad afín a la Regla o dependiente de la casa templaria de Córdoba? Difícil es saberlo. Mi abuela de ello no me habló ya que, o lo omitió a conciencia o no lo sabía; tampoco fue explícita en señalar el tipo de cruz que lucía el muchacho, ya que, suponiendo que fuese templario, pudo haber utilizado cualquiera de la gama que manejaba la Orden: La roja con los brazos más anchos en sus extremos (la más característica de todas), o bien la griega, la paté, la tau, la patriarcal (la de Caravaca) e incluso la latina. Claro que el protagonista pudo pertenecer a otra orden, v. g., de Calatrava, menos probable, a pesar que es de ésta de la que más datos nos han llegado, Orden que se distinguía por la cruz roja con los brazos iguales terminados en flores de lis abiertas: pero que de momento no hemos hallado en Fuente-Tójar representación de la misma.

La Orden de Santiago es la tercera y última de las candidatas a ocupar el primer plano. Llevaba como enseña una capa blanca con una cruz roja en forma de espada. Fue la más abierta de todas debido a su carácter semilaico. Sus miembros podían casarse y, de este modo, tener hijos y combatir las tentaciones de la continencia regulando su actividad sexual en función de los ciclos litúrgicos y festividades religiosas vid supra.

Analizando los casos citados nos inclinamos en que el mozo era santiaguista (fig. 2), lo que no impide que tuviera ascendencia templaria, Orden, esta última, con mayor o menor arraigo en Fuente-Tójar desde que tomara parte en la conquista de la zona en tiempos de Fernando III, pero que una vez suprimida la Orden sus miembros pasasen a englobar las filas de otras órdenes militares, entre ellas la de Santiago: los grabados de Las Cabezas pueden ser un buen argumento, a lo que habría que sumarle el número de cruces de Caravaca aparecidas, unas más antiguas que otras, eso es cierto, pero que vienen a demostrar  las raíces templarias en la población, memoria transmitida de generación en generación hasta llegar al tiempo de mis abuelos en lo que posiblemente tuvo que ver el ya mencionado sacerdote don Miguel González y Aguayo que, como vimos, en 1790 plasma la Cruz paté en el Libro Inventario de la Iglesia tojeña, cura que quizá influyó en el pensamiento de otros clérigos del pueblo, pongo por caso a don Juan de Dios Leiva (1866), quien a su vez lo haría en mis antepasados (45) o al menos les comentaría algo al respecto.

Otra de las “historias” relatada por mi abuela era la que atañe a la Inquisición. ¿Fue un simple comentario adverso al Santo Oficio lo que me hizo?, no lo creo. Ella jamás calumnió a nada ni a nadie, al menos en mi presencia. ¿Se refería a la Institución o a una Orden Militar?... No sé... Como dicen aquí, ¡la cosa tiene perexíleh!, (46). Hoy me pregunto: ¿hubo alguna comunidad de cristianos nuevos en Tójar o en su término (en La Cubertilla o en la Venta Vieja) y cuya existencia le llegó más o menos metamorfoseada?... Lo que estoy seguro es que algo le había llegado en la versión que fuese cuando niña, o de mayor, de sus padres, abuelos, vecinos... máxime teniendo en cuenta que éste es un pueblo antiguo, aislado, habitado a lo largo de su historia por gentes de diferentes etnias, culturas y procedencias, situado a las puertas del reino nazarí y continuador de viejas tradiciones y decires (47). Lo que no puedo afirmar es de si mi abuela era consciente de que en el seno de la Santa Inquisición existían axiomas como que mostrar simpatía por un hereje era sentirla por el Demonio y que un buen cristiano tiene el deber de sentir satisfacción por los sufrimientos del pecador, ello porque el Concilio de Letrán (1215) proclamaba que quien intentara poner en duda la cátedra de la Iglesia o atentara contra ella sería condenado con los métodos que fuesen. También dudo si llegó a conocer la encíclica Ad exstirpanda (1252) de Inocente IV por la que se imponía la Inquisición en todo el orbe cristiano permitiendo la tortura en los interrogatorios a los desleales, mandamiento que estuvo en vigor, al menos en España, hasta principios del XIX, siglo en que nació mi abuela, aunque al final; pero de lo que estoy casi seguro es que hasta sus oídos le llegaron voces del mal trato que recibieron los “sospechosos” (conversos o cristianos nuevos) que vivieron en Fuente-Tójar por preferir la carne de cordero o de chivo a la de cerdo, por no trabajar el viernes o el sábado y por no dedicarse exclusivamente a la agricultura para subsistir, y si a ello le unimos las tropelías que debieron realizar, antes y después de la Reforma, ciertos clérigos no muy ortodoxos con las muchachas de tal o cual condición social es fácil hallar la respuesta, no siendo imposible admitir ni sorprendente el que algún padre que otro prefiriera ocultar a su hija antes que verla mancillada por esas brutales criaturas. Lo que me extraña es que me lo contara teniendo en cuenta que eran tiempos difíciles (el nacionalcatolicismo) y que yo, como niño que era, lo pudiese comentar por las calles del pueblo. Quizá no tuvo en cuenta el dicho popular “Ante el Rey y la Inquisición, ¡chitón!” (48).

Otro asunto que me contó fue lo relativo al misterioso grupo de gente ¿secta? (49) existente en el pueblo. Me pregunté una y mil veces acerca de aquellos individuos que, según mi abuela, aniquilaban a sus compañeros, ¿qué razón tendrían para hacerlo? A mis convecinos mayores he consultado por si me podrían dilucidar algo sobre la supuesta “secta” y sobre las ejecuciones. Todos me dieron la misma respuesta: “Eso contaban, que en el “Huerto Francés” le dieron el pasaporte a más de uno por chivato y por no cumplir con el resto del grupo”. También pregunté que qué nombre recibía ese grupo, que si podría ser la Masonería y de dónde procedían sus componentes, a lo que tampoco hallé respuesta convincente; es más, las palabras Masonería y masón parecían despertar entre los encuestados cierto recelo y animadversión y nunca supieron decirme si aquellos hombres eran o no del pueblo o, si los había, cuántos eran y dónde se reunían. Sin embargo, por lo que oí a mi abuelo Fernando (nacido en 1888) y a su hermano, el tío Pepe (fallecidos en la primera y segunda mitad de la década de 1950, respectivamente), alguna asociación, a la que ellos llamaban “Sociedad” ¿Casa del Pueblo, triángulo masónico...?, debió existir en Fuente-Tójar, y por lo que les escuché, a dicha asociación estaba afiliado, o simplemente era simpatizante, mi bisabuelo Gregorio; motivo por el que el Duque de Medinaceli (Marqués de Priego) le retiró unas 100 fanegas de tierra de señorío (sobre 45 has.) que en calidad de colono labraba en el paraje denominado “El Jardín”. Ante tal hecho, y teniendo en cuenta la edad que debió tener, caben dos posibilidades, primera, o que mi bisabuelo perteneciera al Partido Socialista y/o a la U.G.T. (fundados en 1888) o a un movimiento político afín, o, segunda, que fuese masón, cosa que dudo, aunque no es imposible, ya que la Masonería está presente en Córdoba a partir del Sexenio Revolucionario -1868- (50), año que se funda en el vecino pueblo de Luque la Logia “Hijos del Trabajo”, en Baena las de “Ponos” y “Mértola” y en Priego “La Libertad” (51). Fuera lo que fuese, el resultado ya se sabe lo que le ocurrió a mi antepasado en aquella segunda mitad del siglo XIX.

           

CONCLUSIONES

           

De momento, más que conclusiones lo que me planteo una vez finalizada esta comunicación son bastantes interrogantes, como hipótesis de trabajo, aventuro que:

a.- El cuento tiene su origen en el Medioevo (¿en un romance de frontera?) basado en los amoríos de dos jóvenes, quizá de diferente credo: Él, cristiano, descendiente de un caballero templario o tal vez fuera un caballero santiaguista que, dejando atrás el espíritu guerrero-religioso,  se decanta por un ideal más profano, fiel a la mujer que ama; y ella, ¿mora?, o ¿judía?, o ¿cristiana nueva?, y por ende considerada como bruja.

b.- Quizá muchos de los cristianos de Norte de la Península que repoblaron Fuente-Tójar a partir del s. XIII no fueron sino los descendientes de aquellos otros que en su día abandonaron estas tierras túrdulas olvidándose de ellas – me refiero a los letes (52)- llevándose consigo en aquel éxodo nombres, costumbres y danzas que retornaron al cabo de dos milenios (53).

Y, c.- En las construcciones romanas que quedaran de pie en el antiguo poblado de Las Cabezas, restos que aún eran visibles en el siglo XVI (54) y que en parte han continuado hasta épocas recientes (55), debió existir una avanzadilla o puesto vigía templario (la asociación de la cruz y la copa en los grabados señalados supra pueden ser una prueba determinante) desde donde controlarían la vía que comunicaba Córdoba con Granada, el terreno agrícola y ganadero circundante y las minas y yacimientos de sal y variedades de cuarzo de Fuente-Tójar y de almagra de Zamoranos (¿Zumurundum?).

 

 

NOTAS PIE DE PÁGINA

 

(*) Con este título presentamos nuestro trabajo en El Carpio. Con posterioridad comprobamos que existe en Fuente-Tójar material suficiente como, aún sin descartar la presencia templaria y por ello dedicamos la mayor parte de este trabajo, para atribuirlo a otras órdenes militares y religiosas.

 

1.        LEIVA BRIONES, F. (1988): “Iliturgicola, de ciudad estipendiaria a municipio latino. Rvta. Adarve, nºs. 202-203,  pp. 35-41. Priego de Córdoba. Ídem. (1994): Prólogo a Arqueología Cordobesa: Fuente-Tójar. Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba. Ídem. (2003) “Tesorillo hispano-musulmán de ocultación hallado en Peñalosa (Fuente-Tójar, Córdoba)”. En Crónica de Córdoba y sus Pueblos, IX, pp. 107-137.

2.        A mi abuela materna (mama Encarnación) le debo el conocimiento de las primeras letras y el comportamiento estoico.

3.        Inquisisión es una de las pocas palabras en las que se emplea el seseo en Fuente-Tójar. Vid. “Palabras y expresiones usadas en Fuente-Tójar, comunicación presentada en Palma del Río (Córdoba) con motivo de la XXXIV Reunión de Cronistas Oficiales de Córdoba, e. p.

4.        El Huerto del Francés es un paraje oculto situado en una hondonada de la falda Este de La Mesa. Se encuentra perfectamente delimitado por tres de sus costados por majanos y tiene acceso solamente por una pequeña entrada que hay próxima al camino que une el municipio con la Casería de los Calvos.

5.        LEIVA FERNÁNDEZ, F. y  OSUNA GONZÁLEZ, E. (2001): “Fuente-Tójar. El Medio Físico en el Museo Histórico Municipal de la Villa. Avance a su estudio”. En Boletín de la Asociación Provincial de Museos Locales de Córdoba, 2, pp. 99-111.

6.        José Ruiz Marín “Fausto”, extinto hace más de una década, me contó en más de una ocasión que al comienzo del paraje de Los Alamillos cuando llovía en abundancia manaba agua grasienta ¿?

7.        Hacerse cruces: Expresión tojeña equivalente a extrañarse de algo.

8.        Pernoctar o ir a prao ha sido una costumbre llegada hasta tiempos recientes en Fuente-Tójar. Consistía en que durante el verano, una vez que se habían recolectado las mieses y antes que comenzasen las labores de otoño, los hombres se iban al campo con las bestias (caballos, mulos y asnos) a dormir mientras estos animales, sueltos pero trabados, pastaban en las rastrojeras comiendo pajotes, gramas y corregüelas.

9.        Adivinos, curanderos.

10.     Amistades, juntas, compañías.

11.     Brebajes.

12.     Villarta es un montículo próximo a la población en donde aparecen abundantes materiales de época romana y medievales y en sus piedras aparece un extraño canalillo en forma de S en cuyo trayecto aparecen dos oquedades una cuadrada y otra circular.

13.     La Ratonera es una calle que comunica mediante un vano adintelado con el campo. Hasta 1992 fue uno de los lugares con más encanto del pueblo, ya que conservaba todo el sabor popular plasmado en sus construcciones antiguas y suelo empedrado. Aquí se han descubierto numerosos enterramientos medievales, algunos bajo “tejadillo”, e incluso extrañas fosas en las que coexistían los esqueletos humanos y los de animales, motivos estos que quizá hicieron que se forjaran en las mentes populares las más sorprendentes fábulas.

14.     Existe una amplia bibliografía al respecto. Vid, entre otra: NAVASCUÉS, J.M. (1934): “Sucaelo”. ACFABA, Vol. I, pp. 1-23. Madrid. MARCOS POUS, A. Y VICENT ZARAGOZA, A. Mª. (1983): “La necrópolis ibero-turdetana de Los Torviscales, Fuente-Tójar. Novedades de Arqueología Cordobesa. Exposición Bellas Artes’83. Pp. 11-18. VAQUERIZO, D., MURILLO, J.F. y QUESADA, F. (1994): Arqueología Cordobesa: Fuente-Tójar. Córdoba. y Una amplia bibliografía queda reflejada en STYLOW, A.U. (1983): “Inscripciones latinas del Sur de la provincia de Córdoba”. Gerión, I, pp. 267-303. Madrid. CARRILLO DÍAZ-PINÉS, J.R. y HIDALGO, R. (1991): “El yacimiento arqueológico del Cerro de las Cabezas (Fuente-Tójar, Córdoba). En XX CNA, pp. 349-354. Zaragoza. VAQUERIZO, D.; MURILLO, J.F. y QUESADA, F. (1994): Arqueología Cordobesa, Fuente-Tójar. Córdoba. JURADO ÁVALOS, N. (2001): “Placa relivaria con équido del entorno de la aldea de El Cañuelo, Fuente-Tójar (Córdoba)”. En Anales de Arqueología Cordobesa, 12, pp. 53-66. Zaragoza. Vid. LEIVA BRIONES, F. (1985): “Cerámica de lujo romana de la Época Imperial en Fuente-Tójar”. Fuente del Rey, 15-16, pp. 10-11. Priego de Córdoba. Ídem (1987): “Iliturgicola, ciudad ibero-romana. Cerro de Las Cabezas, Fuente-Tójar”. En Historia, Arte y Actualidad de Andalucía. Universidad de Córdoba. Ídem: (1988): “Iliturgicola, de ciudad estipendiaria a municipio latino”. En Adarve 202-203, pp. 35 y ss. Priego de Córdoba Idem. (1989, a): “Reseña histórica de Fuente-Tójar”. En Crónica de Córdoba y sus Pueblos I, pp. 80- 89. Córdoba. Idem. (1989, b): “La Hermandad de San Isidro de Fuente-Tójar (Córdoba”, su Bandera y su Danza”: En Crónica de Córdoba y sus Pueblos I, pp. 90- 102  Idem. (1989, c): “El suntuoso monumento funerario de un personaje regio en Fuente-Tójar (Córdoba)”. Rvta. Fuente del Rey, nº 67. Priego de Córdoba. Idem. (1990): Guía abreviada del Museo Histórico Municipal de Fuente-Tójar (Córdoba). Fuente-Tójar. Idem. (1991, a y b): “Iliturgicola, I y II partes”. Iliturgicola, la Voz de Tójar, 2-3, pp. 8-11 y 8-12, respectivamente. Fuente-Tójar, Córdoba. Idem (1991, c): “Una aproximación al ritual funerario ibérico”. Crónica de Córdoba y sus pueblos II,  pp. 65-78. Idem (1991, d): “¿Existió en la zona de Fuente-Tójar algún santuario ibérico?. En Crónica de Córdoba y sus pueblos II, pp. 79-93 y nota 50. Córdoba. Idem (1994): “Nuevos yacimientos arqueológicos en las áreas de influencia de Las Cabezas y de La Mesa de Fuente-Tójar”. Crónica de Córdoba y sus pueblos III, pp. 277-301. Córdoba. Idem (1994, a, b y c): “Nuevos yacimientos arqueológicos en las áreas de influencia de Las Cabezas y de la Mesa de Fuente-Tójar”, “Trajano e Iliturgicola” y “Nueva escultura zoomorfa en piedra aparecida en Fuente-Tójar (Córdoba): carnero ibérico”. En Crónica de Córdoba y sus pueblos III, pp. 277-319. Córdoba. Ídem. (1996): “Documentos inéditos de la Abadía en el Archivo Parroquial de Fuente-Tójar (Córdoba): Autos”. En Abadía. Primeras Jornadas de Historia en la Abadía de Alcalá la Real, pp. 171-172. Diputación Provincial de Jaén. Idem (1996): “El Museo Histórico Municipal de Fuente-Tójar”. En Guía de los Museos Locales de la provincia de Córdoba, pp. 91-103. Córdoba. Idem (1996): “Puntas orientalizantes en bronce con doble filo y arpón o diente lateral tipo Benamejí y su dispersión en la provincia de Córdoba”. En Actas de las Primeras Jornadas de la Real Academia de Córdoba en Benamejí, pp. 73-94. Idem (1997): “Presencia material griega en Fuente-Tójar”. En XV Congreso Nacional de Cronistas Españoles y XXV Reunión Anual de Cronistas Cordobeses (Bodas de Plata), pp. 295-310. Córdoba. Idem (2003): “Tesorillo hispano-musulmán de ocultación hallado en Peñalosa (Fuente-Tójar, Córdoba). En Crónica de Córdoba y sus pueblos, IX, pp. 107-137. Córdoba. LEIVA BRIONES, F. y JURADO ÁVALOS, N. (2000): “Fauno de Fuente-Tójar (Córdoba)”. En Boletín de la Asociación Provincial de Museos Locales de Córdoba, 1, pp. 85-93. Córdoba.

15.     Vid nota 18.

16.     Ibídem. Vid. ARJONA CASTRO, A. (1992): “Toponimia (de Fuente-Tójar)”. En Los pueblos de Córdoba, Vol. II, pág. 706.

17.     A estos grabados, que descubrimos un día de primavera a mediados de la década de los 60 del pasado siglo, ya hicimos alusión en la Rvta. Iliturgicola “La Voz de Tójar”, nº3, pág. 8. Vid. LEIVA BRIONES, F. (1991): “Iliturgicola, II parte”. En Villarta existen otros grabados, aunque diferentes a los que hoy presentamos, vid. nota 12.

18.     Libro Ymbentario de los bienes de Nª. Srª. De el RoSsario de la hermíta deel Partido de Fuente Tóxar, folio 35 vto. No es la única cruz con estas características o similares que aparece en el Libro, en bastantes ocasiones las hay, más o menos esquematizadas, junto a los nombres de los miembros de la Hermandad de la Virgen, si bien la mayoría de las veces las cruces son potenzadas. Este Libro ha sido redescubierto por SONIA OSUNA GONZÁLEZ en el Archivo Parroquial de Fuente-Tójar, nosotros lo creímos perdido. Vid, p. e., mi trabajo (1996): “Documentos inéditos de la Abadía en el Archivo Parroquial de Fuente-Tójar (Córdoba): Autos”. En Abadía. Primeras Jornadas de Historia en la Abadía de Alcalá la Real, pp. 171-172. Diputación Provincial de Jaén.

19.     Parece ser que desde Las Cabezas fue desde donde el Alcalde de Fuente-Tójar avistó a las tropas napoleónicas en su marcha desde Alcalá la Real hasta Alcaudete avisando a la Junta de Resistencia Local.

20.     Espasa Calpe, pp.569 y ss.

21.     MURCIA, PURIFICACIÓN (1983). En Símbolos (Diccionarios Rioduero), Madrid.

22.     JAMES HALL (1987): Diccionario de temas y símbolos artísticos. Alianza Editorial, Madrid.

23.     MORENA LÓPEZ, J. A. (2004): “La Media Luna de María Santísima del Campo”. En Fiestas Patronales en honor a María Santísima del Campo.

24.     JAMES HALL (1987): Op. cit

25.     MURCIA, PURIFICACIÓN (1983). Op. cit.

26.     JAMES HALL (1987): Op. cit.

27.     En la España cristiana las Órdenes Militares nacen para defenderla contra los almohades después de 1157: Calatrava (1158), Santiago (1170), Alcántara (1176), San Jorge de Alfama (1201), Santa María de España (1272) y Montesa (1319). Fueron suprimidas a partir de 1873 cuando el Papa Pío IX promulga las Bulas Quo gravius y Quae diversa. Por lo que respecta a Molay, último Maestre de la Orden, mientras ardía en la hoguera en París en 1312 “emplazaba a sus verdugos y sucesores ante el Tribunal de Dios”. Fue una muerte ominosa la del Maestre envuelta en un halo arcano, fuente de una fabulosa leyenda llegada hasta hoy a través del pensamiento filosófico de diferentes organizaciones secretas, políticas, religiosas, intelectuales... o simplemente a través del folclore y la superstición. Tal es así, que después de las ejecuciones de París el fatum (destino) quiso que los inquisidores misteriosamente murieran en un breve plazo – entre ellos a Felipe IV, el Hermoso- y que cuatro siglos más tarde, cuando el rey absolutista Luis XVI fue guillotinado durante la Revolución Francesa después de haber pasado por la prisión del Temple, una voz anónima exclamase: “¡Has sido vengado por fin, Jacques Molay!”. Vid. nota 33.

28.     ESCOBAR CAMACHO, JOSÉ M (1998): “Las Órdenes Militares en el sur de la Provincia de Córdoba”. En Antiquitas, 9, pp. 151-160. Priego de Córdoba (Córdoba). Según don LUIS Mª RAMÍREZ Y DE LAS CASAS-DEZA, Fuente-Tójar en 1256 vino a poder de la Orden de Calatrava y se incluyó en la concordia hecha por los frailes con el obispo de Jaén, vid. de este autor Corografía Histórico-Estadística de la Provincia y Obispado de Córdoba, Vol. II, pág. 286, Estudio introductorio y edición de ANTONIO LÓPEZ ONTIVEROS. Córdoba, 1986. Sin embargo, en el mapa que presenta  Ayala Martínez sobre la expansión de las órdenes militares peninsulares entre los siglos XII al XIV, vemos que son los santiaguistas los que se establecen en la zona de Fuente-Tójar. Vid AYALA MARTÍNEZ, C. (2004): “Órdenes Militares Hispánicas”. En Los Monjes Soldados, los Templarios y otras Órdenes Militares, pág. 58. Madrid (fig. 1).

29.     Así lo muestra Walter Scott en su novela Ivanhoe. Vid. BARAHONA, P. (2003): Los Templarios. Una historia muy presente. Pp. 394 y ss.

30.     Según tesis de Nerval y Condorcet. Ibídem.

31.     Mantenidas por Constant y sus seguidores, entre ellos Bulwer Lytton que, con su obra La Raza Futura, sirvió de base al partido nazi. Ibídem.

32.     Basada en Barruel y Hammer. Ibídem.

33.     Ibídem. El juramento y el secreto eran elementos esenciales de los masones y todos los miembros se consideraban hermanos. La igualdad era la primera ley. Ramsay retrotrajo el origen de la Francmasonería a la edificación del Templo de Jerusalén mandado construir por Salomón ejecutado por el maestro orfebre Hiram, que se convertía en el verdadero fundador de la Francmasonería, y que Salomón le había encomendado la ornamentación del Templo. Ese Hiram dirigió a los obreros (aprendices, compañeros – compagnon- y maestros) colocando dos columnas de cobre a la entrada -YAKIN y BOAZ-. Hiram murió asesinado y Salomón ordenó a varios masones que vengaran su muerte. La idea de vengar a un mago injustamente ejecutado tomó fuerza en la tradición masónica ortodoxa a través del mito del asesinato de Hiram y el mandato de Salomón a vengar su muerte poniéndose en práctica el establecimiento de “grados de venganza” puestas por Salomón para vengar el asesinato sacrílego del constructor del Templo, identificado con Molay, considerando que ciertos caballeros templarios franceses estaban llamados a vengar su muerte en la monarquía francesa. Un año antes de la Revolución Francesa, Nicolás de Bonneville, opinaba que eran los jesuitas los inspiradores secretos y los organizadores de la masonería templaria.

34.     PAGAROLAS SABATÉ, L. (2004): “Las primeras órdenes militares: “Templarios y Hospitalarios”. En Los Monjes Soldados, los Templarios y otras Órdenes Militares, pág. 34. Madrid. Éste, basándose en la Historiografía Moderna dice que el año de la fundación fue en 1120.

35.     Vid. AYALA MARTÍNEZ, C. (2004): “Órdenes Militares Hispánicas”. En Los Monjes Soldados, los Templarios y otras Órdenes Militares, pág. 62 y ss. Madrid.

36.     MELVILLE, M. (1995): La vida secreta de los templarios, pp. 91-92.  Edit. Tikal. Girona.

37.     BARAHONA, P. Op. cit., pág. 414.

38.     MARTÍNEZ DÍEZ, G. (2004): Op. cit., pp 87-106. Madrid.

39.     CASTÁN LANASPA, J. (2004): “La Arquitectura de las Órdenes Militares en Castilla”. En Los Monjes Soldados, los Templarios y otras Órdenes Militares, pp 135 y ss Madrid.

40.     AYALA MARTÍNEZ, C. (2004): Op. cit.  pág. 65. Vid, también su nota 27.

41.     Vid nota 28.

42.     AYALA MARTÍNEZ, C. (2004). Op. Cit., pág. 65 y su nota 41, pág. 72.

43.     Ibídem.

44.     Los Reyes Católicos unieron el Maestrazgo de Santiago en 1493 a la Corona un año después de la conquista de Granada y con en tiempos de Carlos V quedaron definitivamente unidos a la Corona los maestrazgos de Santiago, Calatrava y Alcántara y vid nota 27.

45.     Según mis abuelos, este cura era tío de mi abuelo Fernando.

46.     Expresión a camino entre lo enigmático más serio y lo jocoso sarcástico. En el habla popular: ¡tiene cojones la cosa!, ¡tiene guasa!, ¡es asombroso!

47.     Unas de tipo religioso: La Danza de San Isidro, danza que en 1963 obtuvo el Primer Premio Nacional de Danzas Antiguas. Otras folclóricas: “El Suerto”, desaparecido, y “Los Cruzaos”, que se están intentando rescatar. Y otras supersticiosas: atar al diablo el miércoles de ceniza, tapar las cerraduras en la festividad de todos los santos, quemar enseres viejos y yerbas aromáticas la noche de las candelas por Santa Lucía, cruzar los dedos de la mano derecha para evitar que “le hagan a uno el maldeojo”, meterse debajo de la escalera e invocar a Santa Bárbara los días de tormenta, no romper ninguna señal (círculos cuadrados, rectángulos, triángulos, flechas, etc.) hecha con piedras pequeñas en el suelo en el cruce de los caminos, rozarse los ojos con los huevos recién puestos por las gallinas, maldecir a alguien (a un supuesto enemigo) si se cae algo al suelo tres veces consecutivas, rezar cuando se oye aullar a un perro, cerrar las puertas cuando en casa entra un abejorro negro o abrirlas y dar gracias a Dios cuando entra uno de colores, coger cinco chinos el domingo de Resurrección para llevarlas en el bolsillo los días de tormenta o lanzarlas a la calle cuando se oyen los truenos, no llevar navajas de acero en el bolsillo cuando hay tormenta, no subirse en una bestia mirando para atrás, llevar en el bolsillo una almendra con tres costuras para que no duelan las muelas, secarse las manos antes que la cara al lavarse con el fin de que no duelan las muelas, rezar cuando se cae sal, dar un beso al pan cuando se cae, no ponerse debajo de las salamanquesas cuando están en las paredes porque escupen y se cae el pelo, no echar sal al suelo, no agitar tizones en el aire, no mencionar el nombre de la zorra, no mirar fijamente a una serpiente y matarla siempre que se pueda, contar el número de los cantes de los gallos por la madrugada las noches de invierno para saber si se puede ir al campo o no al día siguiente, no pegar con una caña, rezar cuando se rompe un espejo, no comer alcauciles y queso al mismo tiempo, impedir que una mujer con el periodo toque carne cruda y que asista a una matanza, una mujer con la menstruación no puede lavarse la cabeza, no bañarse en el río o en las albercas a no ser que sean tres veces o múltiplo de tres, no caminar para atrás, colgar detrás de la puerta de la casa un trozo de herradura con tres agujeros... y que las mujeres, para evitar sospechas, barriesen sus puertas y encalasen las fachadas de sus casas los viernes y los sábados (días festivos entre los musulmanes y judíos) y no hacerlo en domingo (día del Señor cristiano).

48.     Vid. VILA, SAMUEL (1977): Historia de la Inquisición y la Reforma en España. Tarrasa.

49.     Mi abuela nunca empleó la palabra secta.

50.     FERRER BENIMELI, J. A. (1985): En el Prólogo de La Masonería en Córdoba. Córdoba.

51.     MORENO GÓMEZ, F y ORTIZ VILLALBA, J. (1985): La Masonería en Córdoba. Córdoba.

52.     Vid acerca de los Léthes a GARCÍA y BELLIDO, A. (1978): España y los españoles hace dos mil años, según la Geografía de Strabon, pp.113-115. Col. Austral, nº 515, sexta edición. Espasa Calpe,

53.     Un nombre, de origen griego, usado en el Sur peninsular entre aquellos letes fue el de Nereo, hoy es fácil hallarlo en el País Vasco (Nereo, Nerea) y también en Fuente-Tójar es, a nuestro entender, el flujo y el reflujo, la ida y la vuelta, como ya precisara Sangmeister al tratar del vaso campaniforme.

54.     Así lo cuenta Lorenzo de Padilla en la Historia de España que le dedica a Carlos V. Vid el apartado correspondiente a Fuente-Tójar de Ramírez de las Casas-Deza. Op. cit.

55.     Vid VICENT, A.Mª (1984-85): “Expedición A Fuente-Tójar (Córdoba) por L. Maraver. En Corduba Archaeologica, 15, pp. 31-54. Córdoba.

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